El champagne y el oro son dos productos que asociamos inmediatamento con lujo, así que unirlos parece una fórmula segura para vender exclusividad y sofisticación. No es una idea nueva. En las tiendas de productos selectos se pueden encontrar envases con dosificador tipo spray de partículas de oro y de plata comestibles, que se pueden añadir, al gusto, a cualquier bebida o alimento. Grandes chefs como Ferrán Adriá, Dani García o Quique Dacosta, entre otros, han empleado el oro comestible en la presentación de sus cuidadas preparaciones culinarias.
No es necesario gastarse una cantidad extraordinaria para poder disfrutar de la experiencia, al menos en lo que al champagne se refiere. La empresa española Thepaex, especializada en productos gourmet, comercializa un espumoso cuya originalidad radica en las sorprendentes partículas de oro de 23 kilates que aparecen entre sus burbujas. Se trata de un vino obtenido mediante el tradicional método champenoise, con doble fermentación y crianza de entre 24 y 30 meses, concebido de un coupage de las variedades macabeo, xarel·lo y parellada. La botella se puede adquirir desde 25 euros.
El uso del oro, catalogado como aditivo alimentario con código de identificación E-175, responde a criterios estéticos más que de gusto puesto que el oro, y en general los metales que se aceptan como aditivos, son de sabor neutro. Las partículas de oro dotan al espumoso de claras notas doradas que resplandecen en el color amarillo pajizo del champagne al revolotear entre sus burbujas.